31 octubre 2011 | Haga un comentario
La esposa del maestro César Burguillo, desaparecido por la Digepol en 1965, cuenta que nadie se atrevía a hacer públicas las denuncias, que no eran atendidas por los organismos de justicia
El Puntofijismo fue una época terrible, eso lo que puedo decir yo, que lo viví. Decían que había democracia, que se vivía en libertad, pero eso no es verdad. Los familiares de los desparecidos que hubo en esa época teníamos que estar callados, no podíamos reclamar ni hacer públicos esos casos. Las denuncias no había quien las atendiera, y los periódicos no las publicaban.
A mi César Burguillo (su esposo) lo desapareció la Digepol (Dirección General de Policía) el 17 de agosto de 1965 en Carúpano. Lo agarraron en la calle, lo secuestraron y lo encerraron en un sótano del Concejo Municipal. Eso lo supe porque al día siguiente enviaron a un obrero del concejo a avisarme que lo tenían allí y que le fuera a llevar comida. Y cuando fui para allá, él me escuchó, porque yo oí cuando él me llamó. Pero ¿yo qué podía hacer en ese momento?
Supe que a César lo tuvieron allí junto con otros cuatro secuestrados: Cheíto González -supongo que se llamaba José-, Fidel Campos, Octavio Romero y uno de apellido Andarcia Rosas. Todos eran de la comunidad de San Bonifacio (estado Sucre). Todos fueron desaparecidos. De ese sótano los sacaron a la semana y los trasladaron para el (campamento antiguerrillero) TO4 de Cahipo (estado Monagas); nunca más se supo nada de ellos.
MAESTRO Y ALFABETIZADOR
César era maestro promotor y trabajaba como alfabetizador de adultos. Era miembro del Partido Comunista de Venezuela y lo acusaban de actividades subversivas. El jefe de la oficina de alfabetización, que estaba en Cumaná, fue hasta la sede de la Digepol a informarse sobre su paradero, y le dijeron que sí estaba detenido, pero que no le podían permitir que lo viera. Yo le di esa información en la Fiscalía General de la República. Pero cuando lo citaron a declarar (al jefe de César Burguillo) registraron su declaración como que no él había dicho nada concreto. Así era en esa época, la Fiscalía no investigaba nada, se prestaba para dejar pasar las cosas que ocurrían. Además, si uno se atrevía a denunciar era porque contaba con el apoyo de José Vicente Rangel.
Sin José Vicente Rangel no hubiéramos podido denunciar nada. Con él lográbamos tener una pequeña ventana para asomarnos y decir algo. Y también tuvimos un resguardo, porque él velaba porque no nos aplicaran represalias, sino nos hubiera pasado cualquier cosa. Los familiares no podíamos denunciar nada si estábamos solos. Claro, era más que todo un apoyo moral, pero eso era mucho en esos momentos, nos daba ánimo.
La prensa no publicaba lo que ocurría, ni los familiares de los desaparecidos nos atrevíamos a ir a un periódico a decir nada. Una iba de un lado para otro, preguntado por aquí y por allá, y nadie nos daba respuesta de nada. Por eso la primera vez que salió algo publicado (sobre el caso de Burguillo) ya habían pasado dos años y fue una nota muy pequeña, una cosa mínima que sacaron dos periodistas, unos muchachos que trabajaban en El Nacional. Nosotras andábamos por los lados de Maturín, preguntado, viendo si alguien nos atendía y ellos se nos acercaron para preguntarnos qué pasaba. Después de eso, en 1967, José Vicente Rangel habló con el director del diario El Mundo y nos hicieron un trabajo largo.
LA GRAN DIFERENCIA
En el año 1969, cuando Arturo Uslar Pietri era director de El Nacional nos recibió y nos consiguió un reportaje. Ahí, la mamá de Alejandro Tejero (secuestrado por la Digepol en Caracas el 11 de mayo de 1967) y yo denunciamos los casos de 23 desaparecidos. Pero eso tampoco dios resultado. El propio fiscal general de la República, César Naranjo Osti, me gritó un día en mi cara que él no podía ponerle una pistola en el pecho al Ministro del Interior para que le dijera dónde estaba César Burguillo.
Por eso siempre marco la diferencia de esa Fiscalía con la que hay ahora; no hay punto de comparación. Y a donde voy reconozco y agradezco el trabajo de la fiscal Luisa Ortega Díaz. Ella se ha ocupado de investigar todos esos casos, nos da apoyo, está comprometida en investigar y que se haga justicia, que es lo único que pedimos.
DESHUMANIZACIÓN
“Claro que soy una víctima del Puntofijismo. ¡Cuántos años han pasado viviendo en esa angustia! Fueron 46 años pidiendo una respuesta y nunca hubo justicia. Ese fue el gran problema de esa época: la deshumanización que había entre quienes gobernaban, el irrespeto por la vida de quienes perseguían”.
OSWALDO URBINA:
FUE UN RÉGIMEN QUE OBLIGÓ A LOS JÓVENES A TOMAR LAS ARMAS
Yo me considero una víctima del Puntofijsmo porque fue un régimen que nos dejó otra opción a mí y miles de jóvenes que asumir la lucha armada. La violencia vino de parte de ellos, durante el gobierno de Rómulo Betancourt, que desató una ola de persecución y allanamientos en los barrios. Ahí entraba la fuerza pública sin orden judicial ni nada. Eso también se practicaba en zonas campesinas.
Uno no podía ser indiferente a esos atropellos, pero las vías regulares estaban cerradas para quienes trataban de oponerse, por eso tomamos las armas. A mí me juzgaron en Conejo Blanco (Fuerte Tiuna) junto a unos 300 presos políticos. Fue un juicio arbitrario, teníamos dos abogados a los que no les permitían ningún recurso para la defensa y nos condenaron a todos en pocos días. Estuve preso cinco años y medio en el Cuartel San Carlos y después en la Isla del Burro. En 1968 me conmutaron al pean por extrañamiento de país, así que tuve que irme obligado del país.
Betancourt gobernó con casi todos las garantías suspendidas, y la violencia que aplicó fue característica del Puntofijismo, la practicaron todos los gobiernos de los factores que sellaron ese pacto. Ese pacto entre AD, Copei y URD fue el brazo político de una clase económica que quería controlar el Estado para mantenerse en el poder y dominar el país. Esos factores eran los que nombraban a los ministros de las aseas de la economía, a los presidentes del Banco Central.
T/ Carlos Ortiz
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